jueves, 18 de marzo de 2010

La Niña De La Batita Rosa

Mi patio de Ceuta, no sé si lo he contado alguna vez, era en realidad un largo rectángulo de cemento con una caseta de contadores hacia la mitad, y que acababa en un gran muro que a los niños nos daba un poco de repelús, por lo alto y lo deprimente que se veía (creo recordar ahora mismo que también tenía una losa con la imagen de una Virgen, la de África supongo, y quizá ayudaba al aura que tenía alrededor aquel muro).  El patio tenía hileras de bloques a izquierda y derecha, nombrados con letras. El mío era la K, que por alguna razón me gustaba porque era una letra rara.

En el patio había dos zonas claramente diferenciadas: la de arriba, donde estaba la porción de patio más ancha y por tanto donde elegíamos jugar siempre. Luego había una rampa -también de cemento- que se extendía a todo lo largo, interrumpida únicamente por unas escaleras cada tantos metros. Escaleras que daban a la parte de abajo, que casi no la usábamos para jugar porque era poco más que una acera y un trocito de patio.

Tendría yo unos tres años cuando el patio empezó a llamarme la atención. Obviamente aún era pequeña y no bajaba a la calle a jugar, pero mi madre me asomaba de vez en cuando a la ventana para que viera a los niños jugar abajo.

Fue entonces cuando vi por primera vez a La Niña de la Batita Rosa.

Ella tampoco bajaba a la calle todavía. La veía en su cocina, en el portal de justo enfrente, al otro lado del patio. Era una niña de más o menos mi edad, y que solía llevar una batita de estar por casa de color rosa. No recuerdo mucho por mí misma, sino más bien por lo que me han contado; pero sí que me acuerdo de estar mirando el trozo de cocina que veía (mi piso era un tercero y el suyo un segundo, así que se veía bien), y que muchas veces, la Niña de la Batita Rosa también se me quedaba mirando.

No mucho tiempo después, y la verdad es que tengo que preguntar a mis padres cómo ocurrió el encuentro exactamente, la Niña de la Batita Rosa y yo ya estábamos jugando juntas, primero en las casas de las dos, y más tarde en el patio. Casi todos los niños de los muchos bloques que había nos conocíamos. Y así hice muchas amigas además de aquella niña: Yoli y Ángela, Leni, Anita, Rocío, Barbarita, Tuli, Dani y Laurita, Alberto y Esther María, Carolina y Jorge, Jorge y Juanito, Estrella, Héctor, Eva, Rodolfo, Geno, Patri, Carlitos Revellado y Carmencita...yo que sé, éramos un buen puñado.

De todo esto que estoy contando han pasado casi 28 años, y reconozco que tengo cierta dificultad para comprender todo el tiempo que ha pasado desde entonces.

A muchos de aquellos niños, a casi todos, les perdí la pista cuando me marché de Ceuta. Sólo a mi mejor amiga del cole y a la Niña de la Batita Rosa las volví a ver una vez después, hace también muchísimo tiempo, y a la segunda volví a perderle la pista.

Pero anoche, y por una serie de casualidades a las que jamás encontraré explicación, volví a encontrar a la Niña de la Batita Rosa.

En una de las redes sociales que tan peligrosas pueden llegar a ser, yo encontré a la primera amiga que he tenido en la vida. Estaba convencida de que había pasado a formar parte de los recuerdos de la infancia y nada más. Pero resulta que yo ayer estuve hablando con ese recuerdo, que ahora es una mujer casada y con dos niñas preciosas.

Y a pesar de todo, por un momento estuve a punto de invitarla a subir a casa para enseñarle los nuevos cromos que había ganado en el recreo por la mañana.

1 comentarios:

piluna dijo...

Es muy bonito y emotivo volver a recordar la infancia y lo que es emocionante aún, encontrarla y poder intercambiar ideas, risas, opiones con ella....

NIñaaaaaaaaaaaa , mañana SaNNNN ViErNeSSSSS