Es un hecho que ciertas personas son imanes para ciertas cosas.
Conozco una mujer que es un imán para los ladrones. Y cuando digo un imán, quiero decir que es imposible llevar las cuentas de las veces que ha sido atracada, la pobre mía. La familia de mi amiga R. es un imán para achaques y enfermedades varias, cuanto más raras mejor. Mi hermano es un imán para madres-de-novias-potenciales, que siempre le ven como el yerno perfecto -- desgraciadamente para él, las hijas no siempre lo ven así.
Yo siempre he sido un imán para dos cosas, básicamente. La primera, y juro por mis Harry Potters que no lo entiendo, son los hombres mayores que yo. De verdad, no tengo ni idea. No importa que las chicas con las que me encuentre en ese momento sean 87984756 más guapas que yo, si hay un hombre que me supera en edad de 5 a 10 años, se fijará en mí. Esto ha sido comprobado a lo largo de los años, con el consiguiente cachondeíto.
La segunda cosa, la verdadera campeona, es atraer situaciones totalmente surrealistas (si leisteis la llamada de teléfono, os podéis hacer una idea aproximada). Y de verdad, creedme que digo esto sin ninguna intención de ser divertida o algo. Yo ya sé más o menos que soy una mezcla extraña de extroversión, introversión e inadaptación social, así que quizá tenga algo que ver con eso. O quizá lo que voy a contar es una situación perfectamente normal, vete tú a saber.
El caso.
Salgo de las clases, y de camino a mi casa, hago una parada en el supermercado. Una vez que tengo mi cesta en la mano y todo eso, me doy cuenta de que no recuerdo nada de lo que necesito comprar, así que decido vagar por los pasillos en busca de inspiración.
Así es cómo de pronto me encuentro en la sección de la comida para gatos, a pesar de no tener gato, o cualquier otra mascota. Estoy a punto de irme cuando escucho el sonido de unas cajas cayendo al suelo. Miro a mi izquierda, y veo que un señor mayor está recogiendo el desastre del suelo. Siendo la ciudadana respetable que soy, evidentemente me acerco a ayudar al pobre hombre. Justo cuando estoy recogiendo la última caja del suelo, lo veo.
Digamos que...a ver, que el hombre se ha olvidado por completo de la cremallera en su pantalón, que está abierto en un ángulo muy extraño.
También se ha olvidado otras cosas, al parecer, ya que no hay ropa interior a la vista...y sí otras cosas.
Mi primer pensamiento, y no estoy orgullosa de ello, es mi alarma anti-pervertidos. Pero me quedo observándolo, y el señor está pasando completamente de mí, así que lo desecho. De hecho, durante unos instantes YO soy la pervertida en el cuadro, jajajajja. Pero no, no estaba mirando a posta, más bien teniendo una lucha interna:
"Vamos, no puedes dejar que el pobre hombre siga comprando tan ricamente de esa guisa."
"Vale, lo sé, pero cómo leches se le dice a un extraño que su orgullo está expuesto?"
Quizá, como decía, la gente está completamente acostumbrada a este tipo de situaciones, pero yo no. Así que cuando el señor me da las gracias y yo le doy las denadas, abandono la escena del crimen como la cobarde que soy.
Pero mi conciencia es muy puñetera, así que cuando acabo de comprar, no puedo abandonar el supermercado sin comprobar si alguien ha tenido los arrestos que yo no tengo y le ha dicho algo.
Encuentro a mi objetivo en el pasillo de los cereales, así que le espío -sí, le espío- un poco. Me doy cuenta entonces de que no sólo la cremallera sigue abierta al mundo y la gente se ha dado cuenta, sino los susodichos están señalando y haciendo risitas dentrás de él, en lugar de avisarle, los muy desalmados.
La situación empeora por momentos. Ahí estoy, patéticamente disimulando estar tomando una importante decisión acerca de los crispis, mientras mantengo otra conversación interior sobre la mejor manera de proceder. Joder, qué hago? Debería decírselo y punto. No, no puedo! Pero la gente normal es lo que haría. No, la gente normal se está riendo de él, los muy cabritos.
De pronto, y no sé cómo no exploto de brillantez en ese momento, tengo una epifanía: IMITACIÓN. Es decir, ¿cuántas veces vemos a alguien mirando la hora, y hacemos lo mismo? ¿O alguien mirando hacia arriba, y lo seguimos? Así que básicamente ése es el plan. Mirar mi propia cremallera. Y no, yo ahora tampoco me explico cómo me pudo parecer un buen plan en aquel momento.
Sientiéndome aún patética pero esperanzada, me dirijo hacia el señor, y me coloco a su lado, en un ángulo que calculo yo que puede verme.
El señor me ignora por completo.
Momento plan b: cojo un par de cajas y las tiro al suelo.
Señor: *sonriendo* Ah, ahora te ha tocado a ti.
Yo: *totalmente falsa* Jajaja, sí sí.
Señor: Deben estar mal puestas las cajas...
Yo: *evitando totalmente pensar en otras cosas mal puestas* Fatal, vamos, ja ja...
Mientras hablo con Objetivo allí, no encuentro el momento de empezar a mirar mi cremallera y, sinceramente, la idea parece algo menos luminosa que antes. No puedo ver la cara que se me ha puesto, obviamente, pero debo de ser un cuadro, porque el viejecito, pobre hombre, me pregunta si me pasa algo. Le digo que no, que nada, gracias, y me voy de allí con la cabeza gacha, resignándome ante el hecho de que soy una cobarde, y que ahora me esperan días, meses o AÑOS de conciencia recordándomelo.
Estoy a punto de salir del pasillo cuando de repente, sorprendiéndome a mí misma, me paro en seco, doy media vuelta y me acerco de nuevo al señor, que sigue delante de los crispis.
"Señor, por favor... mírese la cremallera de los pantalones."
Y salgo corriendo.
Bueno, técnicamente no salgo corriendo, pero la verdad es que apenas oigo el gracias del señor.
Misión cumplida.
Cosas que he aprendido hoy:
- Mi conciencia es mucho más perra de lo que pensaba.
- Yo soy mucho más patética de lo que pensaba.
- La comida para gatos es mucho más cara de lo que pensaba.
- Nueve de cada diez personas -o bueno, pongamos 7- no tienen alma, aunque como esto ya lo pensaba, no sé si cuenta.
Creo que si alguna vez hago algo importante para la humanidad y la gente quiere que escriba mis memorias y yo les hago caso, dedicaré una paginilla a los eventos de esta tarde.
Hace 11 años
4 comentarios:
Hola vecina gaditana.
Me he reído muchisimo con tu último texto. Muchísimo.
Tu blog emana frescura, imaginación y jovialidad.
Pasaré a leerte más a menudo.
Saludos desde muy cerquita.
(igual hasta nos conocemos, porque Cádiz es un precioso panuelo)
Jajaja, qué bueno, y yo que pensaba que era la única a la que le pasaban cosas extrañas.
La gente puede llegar a ser muy capulla, ya me imagino la que se formaría con las risitas y demás!
Carmen, Bienvenida! Muchísimas gracias por el comentario, mujer! También de Cádiz? Ahora mismito me paso por tu blog.
Tacita! jajajaj...si cuando te digo que leyéndote a veces parece que me estoy leyendo a mí misma, no te lo digo por decir, ajajjaja. Y sí hija si, la gente y sus risitas merece un capítulo aparte...de hecho no muy lejano :D
mua!
Carmen, Bienvenida! Muchísimas gracias por el comentario, mujer! También de Cádiz? Ahora mismito me paso por tu blog.
Tacita! jajajaj...si cuando te digo que leyéndote a veces parece que me estoy leyendo a mí misma, no te lo digo por decir, ajajjaja. Y sí hija si, la gente y sus risitas merece un capítulo aparte...de hecho no muy lejano :D
mua!
Publicar un comentario