lunes, 8 de mayo de 2006

CaMBio

Buenas!

Es verdad. Tengo que ponerme las pilas y actualizar esto de vez en cuando, creo yo.

El caso es que con esto de la Semana Santa, y ahora el mes de mayo, mes de las comuniones, del día de la Madre y de las alergias, me he pasado por aquí menos de lo que yo hubiera o hubiese querido.

Hoy no tengo mucho tiempo tampoco (me he apuntado al examen libre de la Escuela Oficial de Idiomas, que ya contaré también el numerito de la inscripción, y estoy aquí repasando por las noches), así que voy a copiaros una cosita que salió en el Semanal hace algunos años y que me he encontardo hoy en una de las carpetas de apuntes de la carrera.

Yo con el señor Paulo Coelho tengo una relación extraña. Pendular, que podíamos denominar. Lo mismo me encanta lo que escribe (EL Alquimista es una maravilla de libro), lo mismo me huele a sermón de la montaña. En ambos casos, siempre es interesante. Este artículo salió publicado en su sección hace mucho tiempo. El hombre tuvo la decencia de aclarar que no es suyo -aunque le gustaría muchísimo que sí lo hubiera sido- a pesar de que le achacan su autoría. Como decía, y me gustó muchísimo entonces, y me gusta muchísimo ahora. Supongo que porque es algo en lo que el señor Coelho y yo coincidimos completamente.

Mi madre siempre cuenta que mi abuela solía cambiar los muebles de la casa cada cierto tiempo, porque decía que traía suerte. Y porque a ella le gustaba cambiarlos, principalmente ^_^. Quizá también necesitaba salir de su rutina, aunque fuera cambiando una silla de rincón. A mí me pasa igual, y muy amenudo. Quizá para aquel que nunca haya experimentado la sensación esto no tenga ningún sentido. Pero para mí sí que lo tiene, que me emociono cuando cambio los libros de sitio en la estantería, jajajajajaj.

CAMBIO

Pero empieza despacio, pues la dirección es más importante que la velocidad. Siéntate en otra silla, al otro lado de la mesa. Más tarde, cambia de mesa. Cuando salgas a la calle, ve por la otra acera. Después, cambia de ruta, camina con calma por otras calles, observando con ateanción los lugares por donde pasas. Coge otros autobuses. Por un tiempo, cambia tu forma de vestir; regala los zapatos viejos e intenta andar descalzo unos días, aunque sea en casa. Tómate una tarde entera par pasear libremente, oír el canto de los pájaros o el ruido de los coches.

Abre y cierra cajones y puertas con la maon izquierda -o la derecha, según. Duerme en el otro lado de la cama. Después, duerme en otras camas. Mira otros programas de televisión, lee otros libros, vive otros romances, aunque sea en tu imaginación. Acuéstate más tarde. Acuéstate más temprano. Aprende una palabra nueva al día.

Come un poco menos, come un poco más, come diferente; escoge nuevos condimentos, nuevos colores, cosas que nunca te atreviste a probar. Almuerza en otros sitios, ve a otros restaurantes, toma otro tipo de bebida, compra el pan en otra panadería. Almuerza más temprano, cena más tarde, o viceversa.

Busca lo nuevo todo el día: el lado nuevo, el método nuevo, el sabor nuevo, el gesto nuevo, el placer nuevo, la postura nueva. Escoge otro mercado, otra marca de jabón, otra pasta de dientes. Báñate a otras horas. Utiliza bolígrafos de otros colores. Ve a pasear a otros lugares. Ama cada vez más, de diferentes formas. Aunque pienses que la otra persona se peide asustar, en la cama propón lo que siempre has soñado hacer. Cambia de bolso, de cartera, de maleta. Cómprate otras gafas, escribe nuevos poemas.

Abre una cuenta en otro banco. Ve a otros cines, a otros peluqueros, a otros teatros. Visita otros museos. Cambia. Y piensa seriamente en conseguir un nuevo empleo, una nueva ocupación, un trabajo más pareciod a lo que esperas de la vida, más digno, más humano. Si no encuentras razones para ser libre, invéntalas. Sé creativo. Y aprovecha para emprender un viaje sin pretensiones, sencillo, largo y, a ser posible, sin destino.

Experimenta cosas nuevas. Vuelve a cambiar. Prueba de nuevo. Experimenta otra vez. Sin duda conocerás cosas mejores y cosas peores que las que ya conoces, pero no es eso lo que importa. Lo más importante es el cambio el movimiento, la enerfía. Sólo lo que está muerto no cambia, y tú estás vivo.

Anda que no.

Personalmente yo hago varias de esas cosas. Por ejemplo, tengo la manía de abrir las puertas cambiando de mano. No sólo porque soy ambidiestra y puedo hacerlo, sino porque es...distinto. También cambio de bolígrafos a menudo, de cacao, de pasta de dientes. Me encanta probar nuevos champuses pa ver si tienen algún tipo de parecido con el efecto que vende su publicidad.

Dentro del Triángulo de las bermudas que parece mi habitación, me gusta cambiar los libros de sitio, y llevo fatal el no poder mover los muebles a mi antojo por culpa de los malditos enchufes. Cambio las fotos del corcho, los jabones, los colores de mis páginas (tengo que aprender a manejarme con esto, CATA, que quiero cambiar de colores ya, jejejej).

En fin, que voy a cambiar la letra de color antes de publicar la entrada... ;)


BeL xx


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un post genial, Bel, me ha encantado :)
Lo de cambiar de asiento lo hago a menudo, no sé por qué, debe ser una manía.
Pero la verdad es que incluso los gestos más pequeños pueden ayudarnos a salir de la rutina.
Me alegra que hayas vuelto a escribir,
un saludo!

Anónimo dijo...

Bel,




Cambia, pero empieza despacio,
porque la dirección es más importante
que la velocidad.



Soy el autor del poema Cambia. MUDE.


Abrazos, flores, estrellas..