jueves, 27 de marzo de 2008

El Aviso

La forma que tienen las cabecitas humanas de funcionar nunca deja de sorprenderme.

Admito que la mayor parte de las veces acabo cabreada, o despesperada, o sobre todo decepcionada. Pero, de vez en cuando, me echo unas risas que no tienen precio.

Resulta que tengo una amiga cuya madre es...a ver, cómo decirlo sin faltar al respeto...bueno, es peculiar. Digamos que si su nieto fuera negro y homosexual, igual ya le había dado algo. En su defensa debo decir que es una mujer mayor con un nivel cultural no muy alto, pero en fin...las cosas.

El otro día, la mujer se pasó por la peluquería que han abierto cerca de su casa, para pedirle hora a su hija -mi amiga. Cuando se ven por la tarde, le dice la hora y el día y, adoptando el tono de quién está a punto de hacer pública una revelación verdaderamente fuerte pero necesaria a la par, dice:

"El peluquero es...es mariquita, te lo digo ya."

No fuera a ser que mi amiga entrara en la pelu, toda ajena de la vida, y se encontrara con el pastel.

Hay cosas de las que es mejor enterarse por una madre. De toda la vida.